Sunday, December 30, 2007


Happy New Year

Julio Cortázar

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Tuesday, December 11, 2007


Vincent es un cortometraje realizado por Tim Burton (y a la vez su primer trabajo como director) que trata sobre la vida de Vincent Malloy, un niño de 6 años que, al contrario de los niños de su edad, recrea su mundo a partir de las lecturas de Edgar Allan Poe y los personajes encarnados por Vincent Price, ícono del cine de terror estadounidense en la década del 50´y narrador de esta historia.
El tremendo parecido entre Vincente y Tim, además de las similitudes biográficas ofrecidas en el corto, llevan a pensar (y contra todo lo que se me ha enseñado sobre buscar marcas fuera de la obra misma) que Vincent es, además, una autobiografía del que más tarde se convertiría en uno de los grandes y característicos (además de uno de mis favoritos) directores de cine.
Vincent Malloy tiene siete años, es un niño amable pero algo extraño.
Es bueno, obediente y muy educado.
Pero él quiere ser como Vincent Price, su idolo soñado.
No le importa vivir con sus gatos, perro y hermana, aunque preferiría compartir casa con murciélagos y arañas.
Allí jugaría con los horrores que inventaría y vagaría por los pasillos, solo y atormentado.
Cuando viene su tía, Vincent es educado. Pero se imagina sumergiéndola en cera hirviendo para su museo.
Le gusta experimentar con su perro Ebocrombi, con el fin de crear un horrible zombie.
Y con ese aspecto horrible para los hombres, vagarían en busca de víctimas en la espesa niebla de Londres.
Pero él no solo piensa en crímenes horrendos, también pinta y de vez en cuanto lee cuentos. Mientras otros niños leen "Anda Jane anda", Edgar Allan Poe es quien llama su atención.
Una noche mientras leía una historia horripilante, algo le hizo palidecer al instante.
Con tamaño disgusto notó que su vida quedó derrumbada, pues su esposa viva fue enterrada.
Debía asegurarse de que habia muerto , pero intentando desenterrarla destrozó las flores del huerto.
Su madre lo envió a su cuarto como castigo, desterrándolo solo a la torre del olvido, sentenciado a pasar su vida con el retrato de su esposa que fue enterrada viva.
Y mientras lloraba sumido en la desperación, apareció su madre en la habitacíon.
Le dijo: " Si quieres puedes salir a jugar. hace un buen día, lo puedes aprovechar"
Vincent trato de hablar pero no pudo, los años de aislamineto lo volvieron casi mudo.
Asi que cogio su pluma y se puso a escribir: "Estoy poseído por esta casa, ya no volveré a salir"
Su madre le contestó: "Ni estas poseído, ni estas medio muerto. Este juego tuyo es sólo un invento.
Eres Vincent Malloy. No eres Vincent Price y no estás loco ni atormentado.
Tienes siete años y eres mi hijo, vete a jugar con otros niños, te lo exijo"
Y tras ese toque de atención, abandonó la habitación.
Pero cuando Vincent trató de sobreponerse, las paredes empezaron a moverse.
Rugían, temblaban y su terrible locura la cima alcanzaba.
Vio a Ebocrombie, su terrible zombie.
Y su mujer lo llamaba del otro lado, de la tumba nacían sus ecos.
Y de las paredes surgian manos de esqueletos.
Todas las desgracias que sus sueños atormentaban, entraban en su vida mientras él gritaba.
Trató de escapar, huir del horror, pero su marchito cuerpo se derrumbó por el dolor.
Y débilmente casi sin voz recitó "El Cuervo" de Edgar Allan Poe:
" Y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal, no se alzará nuca más"

http://www.youtube.com/watch?v=Eb8zw63G9KY

(La dirección en youtube)





Wednesday, November 28, 2007


([este será un gran paréntesis] Seré breve y fría para no caer en nostalgías; sabrás que esta canción es para tí, lleva tu nombre de forma implícita. La versión debe ser la de Sabina porque formó parte de nuestra banda sonora [y lo seguirá haciendo y/o siendo] y nada... Todavía [y sólo me queda], una canción de amor"


No te fíes si te juro que imposible,
no dudes de mi duda y mi quizás.
El amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar...
La luna toma el sol de madrugada,
"nunca jamás" quiere decir "tal vez".
La muerte es una amante despechada
que juega sucio y no sabe perder.
Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte,
que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte;
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor;
que te sigo debiendo todavíauna canción de amor.
No corras si te llamo de repente,
no te vayas si te digo "piérdete":
a menudo los labios más urgentes
no tienen prisa dos besos después.
Se aferra el corazón a lo perdido,
los ojos que no ven miran mejor.
Cantar es disparar contra el olvido,
vivir sin ti es dormir en la estación.
Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte,
que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte;
que me sigo mordiendo noche y díalas uñas del rencor;
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor
una canción de amor
una canción de amor,
todavía...
una canción de amor...)

Saturday, November 10, 2007


Nunca he sido buena escribiendo mis experiencias, menos aquellas que puedo calificar de sensacionales por todo lo que, en sentido amplio, significa esta palabra. Razón por la que decidí sustituir lo (que pudo ser) escrito, por imágenes que creo, en este caso puntual, son mucho más elocuentes.
Sin embargo, siendo buena o no, lo que sí quiero escribir (públicamente) son los agradecimientos hacia todas aquellas personas que hicieron de este viaje la ya mencionada “experiencia sensacional” y que ahora no sólo son mis compañeros (de viaje algunos) sino cómplices y por qué no, hasta amigos…
(de izquierda a derecha)
Paulina, Magdalena, Gary, María José y Giannina; muchas gracias y en serio, los quiero mucho…


X

Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía
que por las calles de hoy, que por las huellas,
que por las hojas del otoño muerto
va machacando el alma hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la pobre vida...
Los días de la luz deshilacliada
en ti, como la lluvia sobre las banderillas de la fiesta,
dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Alturas de Machu Pichu
Canto General, 1950
Pablo Neruda

... tiempo antes de partir, en una clase de Literatura Latinoaméricana, se planteó la idea del recogimiento como un sentimiento frente a lo inabarcable, a lo que escapa a nosotros mismo por su magnitud, por parecer enorme, eterno...
En las Alturas el tiempo parece haberse detenido y nuestros ojos no son capeces de observarlo todo ni nuestro cuerpo de contener tanta emoción;cómo explicar entonces aquel momento sino bajo la sensación de recogimiento...



Catedral del Cusco
Camino a Machu Pichu









Catedral de Chosica
Centro artesanal en Arequipa

Catedral de Lima

Tuesday, October 16, 2007

1
La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejo perplejos a los demás filósofos: ¿pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, esta muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan (…)
Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.

2
(…)En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).
Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas, la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Entonces ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?
Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecernos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad?
Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.
¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.

Milan Kundera
"La insoportable levedad del ser"
(introducción)

Sunday, September 30, 2007


...tengo tantas cosas que contarte...
Empieza por tu nombre.
... creo en un destino pre-determinado... la vida como el borrador de una historia que está escrita sobre la base de "señales" que se manifiestan a diario y en conjunto con las demás para indicarnos posibles caminos. No creo en las coincidencias; así como en la literatura o en el cine, en la vida tampoco nada es casual... aquel lugar de anoche, la bicibleta y no el "autobus", la noche de pasión, el hambre, el camino equivocado, el tren a deshora, el zapato de cristal que bien puede ser una simple zapatilla, el foco de aquel camión que está diciendo "está en tu puerta, vuelve", entre otras cosas que muy bien recrea en 40 minutos el cortometraje, mediometraje, cuasi-película (no lo sé bien) Odisea en Bijlmer, de la que sólo diré: espero que en el destino de cada uno de ustedes este considerado verla...

Thursday, September 20, 2007

Lo particular y lo universal


Un cronopio iba a lavarse los dientes junto a su balcón, y poseído de una grandísima alegría al ver el sol de la mañana y las hermosas nubes que corrían por el cielo, apretó enormemente el tubo de pasta dentífrico y la pasta empezó a salir en una larga cinta rosa. Después de cubrir su cepillo con una verdadera montaña de pasta, el cronopio se encontró con que le sobraba todavía una cantidad, entonces empezó a sacudir el tubo en la ventana y los pedazos de pasta rosa caían por el balcón a la calle donde varios famas se habían reunido a comentar las novedades municipales. Los pedazos de pasta rosa caían sobre los sombreros de los famas, mientras arriba el cronopio cantaba y se frotaba los dientes lleno de contento. Los famas se indignaron ante esta increíble inconsciencia del cronopio, y decidieron nombrar una delegación para que lo imprecara inmediatamente, con lo cual la delegación formada por tres famas subió a la casa del cronopio y lo increpó, diciéndole así:

-Cronopio, has estropeado nuestros sombreros, por lo cual tendrás que pagar.

Y después, con mucha más fuerza:-¡Cronopio, no deberías derrochar así la pasta dentífrico!
Julio Cortázar


La primera vez que leí Lo particular y lo universal fue un día de primavera… y pensé lo maravilloso que es cuando el viento suelta los primeros brotes de los árboles, ya florecidos, que vuelan rosados con el viento y caen sobre nuestras cabezas, enredándose en nuestro pelo o descansando en nuestra ropa… claro está que a algunos no le agrada (y está bien porque es cuestión de gustos) pero a los que nos hace feliz como cronopios con un tubo de pasta “dentífrica”, les deseo una muy feliz llegada de la primavera...


Saturday, September 08, 2007


Julio Cortázar

LA ESFERA DE LOS CUENTOS
Entrevista realizada el 24 de mayo de 1983
por José Julio Perlado

Deshoras, ¿con qué libro suyo anterior puede emparentarse más?
- Me resulta difícil establecer o hacer así rápidamente un análisis mental de todos mis libros de cuentos anteriores. Yo tengo la impresión de que este libro simplemente agrega una serie de cuentos a una cantidad ya bastante crecida y que abarca más de treinta años de trabajo, es decir, ese tipo de cuentos que me son naturales, por así decirlo, o sea cuentos donde el elemento fantástico se hace casi siempre presente, no siempre, pero casi siempre son cuentos donde todo lo latinoamericano está también muy presente no sólo en el lenguaje sino en la temática, y concretamente hay dos cuentos que se desarrollan en la Argentina. O sea que en realidad yo no diría que hay la menor ruptura en la serie.

Si no hay ruptura, ¿hay en estos cuentos alguna nueva aportación en el plano técnico o en el temático?
- Parecería un poco inmodesto contestar afirmativamente, pero yo no tengo, en todo caso, ninguna falsa modestia. O sea, tengo la impresión de que si continúo escribiendo cuentos, esos cuentos no son repetitivos, osea, que es un nuevo paso en algún sentido, a veces tal vez sea un paso hacia adelante, a veces puede ser una bifurcación hacia algún lado donde me parece que hay todavía posibilidades que yo mismo no he indagado, que no he explorado.. Si no fuese así no tendría ningún interés, ninguna curiosidad por escribir cuentos. De modo que digamos que sí, que pienso que ahí debe haber alguna aportación, pero es a los críticos y a los lectores a quienes les toca decirlo

De estos ocho cuentos de su libro Deshoras, ¿qué cuento es más de su preferencia? ¿A qué cuento le tiene usted más apego, más cariño?
- Es difícil elegir un cuento. Puede haber un cuento que me interesa por la forma en que lo he escrito, es decir, ese combate que el escritor lucha consigo mismo para finalmente obtener algún resultado literario, pero también podría citar algún cuento en donde lo que me interesa es sobre todo la temática. Entonces, empezando por la temática, un cuento como Pesadillas, para mí cuenta mucho porque significa mucho, porque me parece una especie de resumen alegórico, si usted quiere, de la situación que se ha vivido en la Argentina en los últimos años. Ahora, si se trata ya del lado exclusivamente literario, a mí me interesa personalmente el último cuento, ese que se llama Diario para un cuento, porque es una especie de combate conmigo mismo para tratar de llegar a un resultado, no sé si lo comprende o no.

¿Por qué ha escogido el título de Deshoras para este libro?
- Una buena pregunta, sólo que hago la observación al paso de que el primer cuento no es un cuento, se llama epílogo de cuento. Es lo que me sucedió exactamente tal cual, y no está contado como un cuento sino como un documento privado.
Yendo al título de Deshoras, siempre que reúno siete, ocho o nueve cuentos para un volumen se me plantea el problema del título; me gusta, siempre que puedo, que el título de alguno de los cuentos que están en el libro sirva para la totalidad. A veces se puede y a veces no. Porque ese título tiene que resumir la atmósfera general del libro, y en este caso creo que Deshoras es con esa noción que tiene la palabra, que yo la uso un poco insólitamente en plural, porque en general se dice "llegar a deshora", por ejemplo. Y yo la separo de la frase hecha, y la pongo en plural porque me parece que los ocho cuentos del libro, de alguna manera, todos son "encuentros a deshora", hay pasos así, en que el destino se juega un poco, porque hay un desajuste entre la realidad y los personajes.

¿Interviene en este libro el tema del juego?, ¿el "juego" del escritor con lo que escribe, y el juego con el lector?
- Bueno, sí, desde luego que interviene, porque todos los elementos de juego, pero entendido seriamente, son una constante en la mayoría de las cosas que llevo hechas, y aquí el juego es bastante explícito. Por ejemplo, en ese cuento que se llama Satarsa, el personaje trata de ver lo que está sucediendo y lo que le puede suceder a través de juegos de palabras, eso no parece muy serio, pero usted sabe que la magia de las palabras es una de las formas que se cultivan desde la más alta antigüedad, y entonces ahí hay una referencia muy directa a uno de los grandes juegos que ha jugado siempre el hombre, a través de la Kábala por ejemplo, y a través de todas las posibilidades de adivinación, a través del idioma y por medio del idioma. Hay un viejo juego, que yo sigo practicando con resultados que me asombran, que es lo que alguien llamó la "poetomancia". O sea, tomar un libro de poemas, cualquier libro de poemas, cerrar los ojos, abrirlos y poner el dedo en un verso y leer ese verso; es impresionante la cantidad de veces que en mi caso, el verso en el que caigo me ilumina un futuro inmediato o me aclara un pasado o me muestra cuál es mi presente, entonces ¡cómo no creer en el poder del lenguaje! cuando ese simple juego se vuelve una cosa seria.

Usted habla en su último relato de la "cosquilla del cuento". ¿Suele traerle ya esa "cosquilla", la manera de hacer cuentos?
- Puedo contestar afirmativamente a eso, sí, porque, claro, es más que una "cosquilla", es...

¿La "manera" o la "estructura"?
- Bueno, tal vez estamos hablando de la misma cosa, porque la estructura no puede ser una estructura si no contiene una opción previa sobre la forma en que se va a construir el cuento; y en general, la noción general del cuento, el tema en "grosso modo", en mí viene acompañado ya de la forma en que tengo que hacerlo. Es decir, yo sé automáticamente cuando me pongo a la máquina que tengo una idea general de un cuento que me obsesiona, esa es la "cosquilla", que me obliga a escribirlo; pero también sé, sin poder dar ninguna explicación racional, si ese cuento lo voy a escribir en primera persona o en tercera. Eso lo sé, lo sé sin razones, sé perfectamente que voy a empezar a hablar de mi "yo", o bien voy a empezar a hablar de algún punto o algún tema. Y eso no tiene explicación, eso se da así.

¿Le plantean muchos problemas los llamados "finales perfectamente cerrados" en los relatos breves? Y, ¿cuándo rompe la norma?
- Por lo que a mí se refiere, la idea que yo me hago del cuento y la forma en que lo realizo es siempre un orden muy cerrado. Por ahí he escrito que para mí un cuento evoca la idea de la esfera, es decir, la esfera, esa forma geométrica perfecta en la que un punto puede separarse de la superficie total, de la misma manera que una novela la veo con un orden muy abierto, donde las posibilidades de bifurcar y entrar en nuevos campos son ilimitadas. La novela es un campo abierto verdaderamente; para mí, un cuento, tal como yo lo concibo y tal como a mí me gusta, tiene límites y, claro, son límites muy exigentes, porque son implacables; bastaría que una frase o una palabra se saliera de ese límite, para que en mi opinión el cuento se viniera abajo. Y he visto muchos cuentos venirse abajo por eso, por destruirlo todo en el último momento, por ejemplo, con una tentativa de explicación de un misterio, cuando el misterio era más que suficiente en el cuento, cada uno podría encontrar allí su propia lectura, su propia interpretación. Hay gente que malogra cuentos, poniéndolos excesivamente explícitos, entonces la esfera se rompe, deja de ser el orden cerrado.


¿Qué es un cuento para usted?
- Yo creo que nadie ha definido hasta hoy un cuento de manera satisfactoria, cada escritor tiene su propia idea del cuento. En mi caso, el cuento es un relato en en el que lo que interesa es una cierta tensión, una cierta capacidad de atrapar al lector y llevarlo de una manera que podemos calificar casi de fatal hacia una desembocadura, hacia un final. Aunque parezca broma, un cuento es como andar en bicicleta, mientras se mantiene la velocidad el equilibrio es muy fácil, pero si se empieza a perder velocidad ahí te caes y un cuento que pierde velocidad al final, pues es un golpe para el autor y para el lector.

Estos ocho cuentos, ¿cómo podrían clasificarse de alguna manera?
- Me parece a mí que hay dos tipos de cuentos bastante diferenciados. Algunos en donde predomina el elemento fantástico, que usted sabe bien que es una constante en casi todos los cuentos que he escrito. En otros cuentos, aunque también esté presente un factor fantástico, lo que me ha interesado directamente ha sido una referencia directa a problemas que me angustian personalmente, a mí y a tantos más, concretamente a conflictos que afectan al tema de América Latina en general.

En este libro aparecen cuentos llenos de nostalgia.
- Tal vez para un escritor la única manera de combatir ciertas nostalgias es escribiendo y, naturalmente, la nostalgia se abre paso en el tema del cuento y en todo el cuento, pero en estos de Deshoras yo creo que hay algo más que nostalgias. Hay denuncia, hay protesta y hay combate por lo que sucede en la Argentina, es decir, un clima de opresión, un clima de miedo, de desapariciones y de asesinatos, todo eso se refleja con bastante claridad, por lo menos, en uno de los cuentos.

¿Prima más la procupación por temas políticos que por los literarios?
- No. Depende de los momentos. La literatura es mi vocación, y lo que usted califica de política es una labor de interés militante. Mi vocación profunda es la literatura, pero yo no quisiera alejarmedel todo del tema de Nicaragua sin decir que me parece que este es el momento que más que nunca Nicaragua necesita de la solidaridad de todos los pueblos que a su vez están luchando por una base social, como es concretamente el caso de este país. Tengo la impresión de que los intelectuales españoles y que todo el mundo en España puede hacer mucho más en el plano de la solidaridad con un país como Nicaragua. Estoy seguro de que lo van a hacer.

Hay un cuento suyo en su libro Deshoras que da la impresión de acercarse más a un ejercicio de experimentación. ¿Cómo clasificaría usted este relato?
- Bueno, es un experimento para ver si frente al problema de no encontrar un camino para escribir un cuento -al describir esas dificultades en forma de Diario (es decir, todos los problemas del escritor que no encuentra el camino)-, el cuento queda atrapado dentro del Diario. Digamos que puede haber un cierto elemento de trampa en eso, puesto que yo tenía conciencia de lo que estaba haciendo, pero soy muy sincero cuando digo que nunca hubiera podido escribir ese cuento directamente como un cuento, tuve que dar vueltas en torno a él, mirándolo por todos lados y hablando continuamente de los problemas que me impedían escribirlo, y sucedió que al ir haciendo eso, el cuento se fue armando por dentro, bueno, eso es si usted quiere, la experiencia. Espero que el lector la sienta como tal y le agrade.

En este momento, en 1983, tras haber escrito numerosos libros de cuentos, ¿cree usted que existe actualmente una evolución en la forma de contar o bien prosigue con los caminos ya iniciados anteriormente?
- No lo sé a ciencia cierta. Por un lado me doy cuenta de que con los años y por el hecho, quizás, de haber escrito ya tantos cuentos, estoy trabajando de una manera más seca, más sintética. Me doy cuenta al escribir que cada vez elimino más elementos, no diré de adorno, pero sí elementos de estilo que al comienzo de mi trabajo se hacían ver, se hacían sentir, y que tal vez le daban más follaje, más avia a los cuentos; algún crítico me ha señalado que estoy escribiendo de una manera muy seca, con lo que quiere decir, demasiado seca; no creo que sea demasiado. Tengo la impresión de que he llegado a un momento en que digo lo que quiero decir y no necesito agregar una sola palabra más. Tengo la impresión también de que los lectores actuales, los lectores que ahora se interesan por la literatura, sobre todo por la latinoamericana, están altamente capacitados para seguir ese estilo, ya no necesitan el floripondio romántico ni el desborde de tipo barroco. Yo creo que el mensaje puede llegar directamente y con toda intensidad, con lo cual no quiero decir que mi manera de escribir sea la única que me parece válida, muy al contrario. Pero desde luego hay una evolución, espero que los críticos no digan que es una involución, pero no me toca a mí saberlo.

¿El título de Deshoras lo ha escogido usted por algún motivo peculiar?
- Es el problema de encontrarle un título coherente a un volumen de cuentos, puesto que los cuentos son siempre tan diferentes entre sí; en este caso el cuento que se llama Deshoras hace una referencia, la palabra lo está indicando, al hecho de una no coincidencia en el tiempo, destinos que pasan uno al lado del otro sin encontrarse, sin juntarse, y los ocho cuentos de este libro, cada uno a su manera, están mostrando ese tipo de desajuste, de falta de armonía en una determinada situación; entonces me pareció que el título Deshoras se aplicaba bien al libro.

Monday, August 27, 2007


ese día...ese día
que horrible y que maravilla
caminé nuevamente en dirección a esa nube y me volví a perder
y estoy triste, triste, triste...pequeña, sola, asustada
anhelando claridad, una mente frágil y un espíritu gentil
ese día, ese día
que maravillosamente terrible ...es todo lo que puedo hacer, hecha para ser yo
triste, asustada, pequeña, sola, hermosa, ¿se supone que debe ser así? ¿aceptar todo?
Se supone que debe ser así
ese día, ese día en el que te paras a tu propio lado con sentimiento de dolor y tristeza
asustada, pequeña, trepando, arrastrándose hacia la luz y es todo lo que veo
y estoy cansada y estoy bien y estoy mal y es hermoso...
ese día, ese día, que horrible y que maravilla
somos todos lo mismo y nadie así lo piensa
y esta bien y me siento pequeña y me siento divina y es hermoso y se aproxima una vez que ya todo esta listo aquí y es absolutamente perfecto...
ese día, ese día, cuando todo era horrible y todo estaba en su lugar y hay muchas heridas
triste, pequeña, asustada, sola
y todos parecen ser cínicos y es díficil y dulce porque se supone que debe ser así
ese día, ese día, cuando me senté en el sol a pensar... a llorar porque estaba triste, asustada y sola
sola y fuerte
y no era nada y era en realidad solo una mujer valiente que se desmorona
pero esta todo bien...sí, esta todo bien ...
ese día, ese día, ese día, ese día
tan dulce ¿puedes sentirlo?
¿estás aquí? ¿estás aquí conmigo?
puedo sentirlo y es hermoso
ese día, ese día...


That Day
Natalie Imbruglia

Tuesday, August 14, 2007


... somos como las líneas del tren ¿lo sabías?, recorriendo largos caminos siempre de forma paralela y raras veces cruzándose... tal vez exista una nueva "rara vez" o tal vez nuestra "rara vez" eligió el mejor camino para terminar; las mismas líneas del tren...

Tuesday, July 31, 2007

...sin importar lo que digan, siempre será uno de mis cuentos favoritos...
El árbol

María Luisa Bombal


A Nina Anguita, gran artista, mágica amiga que supo dar vida y
realidad a mi árbol imaginado; dedico el cuento que, sin saber,
escribí para ella mucho antes de conocerla.


El pianista se sienta, tose por prejuicio y se concentra un instante. Las luces en racimo que alumbran la sala declinan lentamente hasta detenerse en un resplandor mortecino de brasa, al tiempo que una frase musical comienza a subir en el silencio, a desenvolverse, clara, estrecha y juiciosamente caprichosa.
"Mozart, tal vez" —piensa Brígida. Como de costumbre se ha olvidado de pedir el programa. "Mozart, tal vez, o Scarlatti..." ¡Sabía tan poca música! Y no era porque no tuviese oído ni afición. De niña fue ella quien reclamó lecciones de piano; nadie necesitó imponérselas, como a sus hermanas. Sus hermanas, sin embargo, tocaban ahora correctamente y descifraban a primera vista, en tanto que ella... Ella había abandonado los estudios al año de iniciarlos. La razón de su inconsecuencia era tan sencilla como vergonzosa: jamás había conseguido aprender la llave de Fa, jamás. "No comprendo, no me alcanza la memoria más que para la llave de Sol". ¡La indignación de su padre! "¡A cualquiera le doy esta carga de un infeliz viudo con varias hijas que educar! ¡Pobre Carmen! Seguramente habría sufrido por Brígida. Es retardada esta criatura".
Brígida era la menor de seis niñas, todas diferentes de carácter. Cuando el padre llegaba por fin a su sexta hija, lo hacía tan perplejo y agotado por las cinco primeras que prefería simplificarse el día declarándola retardada. "No voy a luchar más, es inútil. Déjenla. Si no quiere estudiar, que no estudie. Si le gusta pasarse en la cocina, oyendo cuentos de ánimas, allá ella. Si le gustan las muñecas a los dieciséis años, que juegue". Y Brígida había conservado sus muñecas y permanecido totalmente ignorante.
¡Qué agradable es ser ignorante! ¡No saber exactamente quién fue Mozart; desconocer sus orígenes, sus influencias, las particularidades de su técnica! Dejarse solamente llevar por él de la mano, como ahora.
Y Mozart la lleva, en efecto. La lleva por un puente suspendido sobre un agua cristalina que corre en un lecho de arena rosada. Ella está vestida de blanco, con un quitasol de encaje, complicado y fino como una telaraña, abierto sobre el hombro.

—Estás cada día más joven, Brígida. Ayer encontré a tu marido, a tu ex marido, quiero decir. Tiene todo el pelo blanco.

Pero ella no contesta, no se detiene, sigue cruzando el puente que Mozart le ha tendido hacia el jardín de sus años juveniles.
Altos surtidores en los que el agua canta. Sus dieciocho años, sus trenzas castañas que desatadas le llegaban hasta los tobillos, su tez dorada, sus ojos oscuros tan abiertos y como interrogantes. Una pequeña boca de labios carnosos, una sonrisa dulce y el cuerpo más liviano y gracioso del mundo. ¿En qué pensaba, sentada al borde de la fuente? En nada. "Es tan tonta como linda" decían. Pero a ella nunca le importó ser tonta ni "planchar"1 en los bailes. Una a una iban pidiendo en matrimonio a sus hermanas. A ella no la pedía nadie.
¡Mozart! Ahora le brinda una escalera de mármol azul por donde ella baja entre una doble fila de lirios de hielo. Y ahora le abre una verja de barrotes con puntas doradas para que ella pueda echarse al cuello de Luis, el amigo íntimo de su padre. Desde muy niña, cuando todos la abandonaban, corría hacia Luis. Él la alzaba y ella le rodeaba el cuello con los brazos, entre risas que eran como pequeños gorjeos y besos que le disparaba aturdidamente sobre los ojos, la frente y el pelo ya entonces canoso (¿es que nunca había sido joven?) como una lluvia desordenada. "Eres un collar —le decía Luis—. Eres como un collar de pájaros".
Por eso se había casado con él. Porque al lado de aquel hombre solemne y taciturno no se sentía culpable de ser tal cual era: tonta, juguetona y perezosa. Sí, ahora que han pasado tantos años comprende que no se había casado con Luis por amor; sin embargo, no atina a comprender por qué, por qué se marchó ella un día, de pronto...
Pero he aquí que Mozart la toma nerviosamente de la mano y, arrastrándola en un ritmo segundo a segundo más apremiante, la obliga a cruzar el jardín en sentido inverso, a retomar el puente en una carrera que es casi una huida. Y luego de haberla despojado del quitasol y de la falda transparente, le cierra la puerta de su pasado con un acorde dulce y firme a la vez, y la deja en una sala de conciertos, vestida de negro, aplaudiendo maquinalmente en tanto crece la llama de las luces artificiales.
De nuevo la penumbra y de nuevo el silencio precursor.
Y ahora Beethoven empieza a remover el oleaje tibio de sus notas bajo una luna de primavera. ¡Qué lejos se ha retirado el mar! Brígida se interna playa adentro hacia el mar contraído allá lejos, refulgente y manso, pero entonces el mar se levanta, crece tranquilo, viene a su encuentro, la envuelve, y con suaves olas la va empujando, empujando por la espalda hasta hacerle recostar la mejilla sobre el cuerpo de un hombre. Y se aleja, dejándola olvidada sobre el pecho de Luis.

—No tienes corazón, no tienes corazón —solía decirle a Luis. Latía tan adentro el corazón de su marido que no pudo oírlo sino rara vez y de modo inesperado—. Nunca estás conmigo cuando estás a mi lado —protestaba en la alcoba, cuando antes de dormirse él abría ritualmente los periódicos de la tarde—. ¿Por qué te has casado conmigo?
—Porque tienes ojos de venadito asustado —contestaba él y la besaba. Y ella, súbitamente alegre, recibía orgullosa sobre su hombro el peso de su cabeza cana. ¡Oh, ese pelo plateado y brillante de Luis!
—Luis, nunca me has contado de qué color era exactamente tu pelo cuando eras chico, y nunca me has contado tampoco lo que dijo tu madre cuando te empezaron a salir canas a los quince años. ¿Qué dijo? ¿Se rió? ¿Lloró? ¿Y tú estabas orgulloso o tenías vergüenza? Y en el colegio, tus compañeros, ¿qué decían? Cuéntame, Luis, cuéntame. . .
—Mañana te contaré. Tengo sueño, Brígida, estoy muy cansado. Apaga la luz.

Inconscientemente él se apartaba de ella para dormir, y ella inconscientemente, durante la noche entera, perseguía el hombro de su marido, buscaba su aliento, trataba de vivir bajo su aliento, como una planta encerrada y sedienta que alarga sus ramas en busca de un clima propicio.
Por las mañanas, cuando la mucama abría las persianas, Luis ya no estaba a su lado. Se había levantado sigiloso y sin darle los buenos días, por temor al collar de pájaros que se obstinaba en retenerlo fuertemente por los hombros. "Cinco minutos, cinco minutos nada más. Tu estudio no va a desaparecer porque te quedes cinco minutos más conmigo, Luis".
Sus despertares. ¡Ah, qué tristes sus despertares! Pero —era curioso— apenas pasaba a su cuarto de vestir, su tristeza se disipaba como por encanto.
Un oleaje bulle, bulle muy lejano, murmura como un mar de hojas. ¿Es Beethoven? No.
Es el árbol pegado a la ventana del cuarto de vestir. Le bastaba entrar para que sintiese circular en ella una gran sensación bienhechora. ¡Qué calor hacía siempre en el dormitorio por las mañanas! ¡Y qué luz cruda! Aquí, en cambio, en el cuarto de vestir, hasta la vista descansaba, se refrescaba. Las cretonas desvaídas, el árbol que desenvolvía sombras como de agua agitada y fría por las paredes, los espejos que doblaban el follaje y se ahuecaban en un bosque infinito y verde. ¡Qué agradable era ese cuarto! Parecía un mundo sumido en un acuario. ¡Cómo parloteaba ese inmenso gomero!2 Todos los pájaros del barrio venían a refugiarse en él. Era el único árbol de aquella estrecha calle en pendiente que, desde un costado de la ciudad, se despeñaba directamente al río.

—Estoy ocupado. No puedo acompañarte... Tengo mucho que hacer, no alcanzo a llegar para el almuerzo... Hola, sí estoy en el club. Un compromiso. Come y acuéstate... No. No sé. Más vale que no me esperes, Brígida.
—¡Si tuviera amigas! —suspiraba ella. Pero todo el mundo se aburría con ella. ¡Si tratara de ser un poco menos tonta! ¿Pero cómo ganar de un tirón tanto terreno perdido? Para ser inteligente hay que empezar desde chica, ¿no es verdad?

A sus hermanas, sin embargo, los maridos las llevaban a todas partes, pero Luis —¿por qué no había de confesárselo a sí misma?— se avergonzaba de ella, de su ignorancia, de su timidez y hasta de sus dieciocho años. ¿No le había pedido acaso que dijera que tenía por lo menos veintiuno, como si su extrema juventud fuera en ellos una tara secreta?
Y de noche ¡qué cansado se acostaba siempre! Nunca la escuchaba del todo. Le sonreía, eso sí, le sonreía con una sonrisa que ella sabía maquinal. La colmaba de caricias de las que él estaba ausente. ¿Por qué se había casado con ella? Para continuar una costumbre, tal vez para estrechar la vieja relación de amistad con su padre.
Tal vez la vida consistía para los hombres en una serie de costumbres consentidas y continuas. Si alguna llegaba a quebrarse, probablemente se producía el desbarajuste, el fracaso. Y los hombres empezaban entonces a errar por las calles de la ciudad, a sentarse en los bancos de las plazas, cada día peor vestidos y con la barba más crecida. La vida de Luis, por lo tanto, consistía en llenar con una ocupación cada minuto del día. ¡Cómo no haberlo comprendido antes! Su padre tenía razón al declararla retardada.

—Me gustaría ver nevar alguna vez, Luis.
—Este verano te llevaré a Europa y como allá es invierno podrás ver nevar.
—Ya sé que es invierno en Europa cuando aquí es verano. ¡Tan ignorante no soy!

A veces, como para despertarlo al arrebato del verdadero amor, ella se echaba sobre su marido y lo cubría de besos, llorando, llamándolo: Luis, Luis, Luis...

—¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Qué quieres?
—Nada.
—¿Por qué me llamas de ese modo, entonces?
—Por nada, por llamarte. Me gusta llamarte.

Y él sonreía, acogiendo con benevolencia aquel nuevo juego.
Llegó el verano, su primer verano de casada. Nuevas ocupaciones impidieron a Luis ofrecerle el viaje prometido.

—Brígida, el calor va a ser tremendo este verano en Buenos Aires. ¿Por qué no te vas a la estancia con tu padre?
—¿Sola?
—Yo iría a verte todas las semanas, de sábado a lunes.

Ella se había sentado en la cama, dispuesta a insultar. Pero en vano buscó palabras hirientes que gritarle. No sabía nada, nada. Ni siquiera insultar.

—¿Qué te pasa? ¿En qué piensas, Brígida?

Por primera vez Luis había vuelto sobre sus pasos y se inclinaba sobre ella, inquieto, dejando pasar la hora de llegada a su despacho.

—Tengo sueño... —había replicado Brígida puerilmente, mientras escondía la cara en las almohadas.

Por primera vez él la había llamado desde el club a la hora del almuerzo. Pero ella había rehusado salir al teléfono, esgrimiendo rabiosamente el arma aquella que había encontrado sin pensarlo: el silencio.
Esa misma noche comía frente a su marido sin levantar la vista, contraídos todos sus nervios.

—¿Todavía está enojada, Brígida?

Pero ella no quebró el silencio.

—Bien sabes que te quiero, collar de pájaros. Pero no puedo estar contigo a toda hora. Soy un hombre muy ocupado. Se llega a mi edad hecho un esclavo de mil compromisos.
. . .
—¿Quieres que salgamos esta noche?...
. . .
—¿No quieres? Paciencia. Dime, ¿llamó Roberto desde Montevideo?
. . .
—¡Qué lindo traje! ¿Es nuevo?
. . .
—¿Es nuevo, Brígida? Contesta, contéstame...

Pero ella tampoco esta vez quebró el silencio.
Y en seguida lo inesperado, lo asombroso, lo absurdo. Luis que se levanta de su asiento, tira violentamente la servilleta sobre la mesa y se va de la casa dando portazos.
Ella se había levantado a su vez, atónita, temblando de indignación por tanta injusticia. "Y yo, y yo —murmuraba desorientada—, yo que durante casi un año... cuando por primera vez me permito un reproche... ¡Ah, me voy, me voy esta misma noche! No volveré a pisar nunca más esta casa..." Y abría con furia los armarios de su cuarto de vestir, tiraba desatinadamente la ropa al suelo.
Fue entonces cuando alguien o algo golpeó en los cristales de la ventana.
Había corrido, no supo cómo ni con qué insólita valentía, hacia la ventana. La había abierto. Era el árbol, el gomero que un gran soplo de viento agitaba, el que golpeaba con sus ramas los vidrios, el que la requería desde afuera como para que lo viera retorcerse hecho una impetuosa llamarada negra bajo el cielo encendido de aquella noche de verano.
Un pesado aguacero no tardaría en rebotar contra sus frías hojas. ¡Qué delicia! Durante toda la noche, ella podría oír la lluvia azotar, escurrirse por las hojas del gomero como por los canales de mil goteras fantasiosas. Durante toda la noche oiría crujir y gemir el viejo tronco del gomero contándole de la intemperie, mientras ella se acurrucaría, voluntariamente friolenta, entre las sábanas del amplio lecho, muy cerca de Luis.
Puñados de perlas que llueven a chorros sobre un techo de plata. Chopin. Estudios de Federico Chopin.
¿Durante cuántas semanas se despertó de pronto, muy temprano, apenas sentía que su marido, ahora también él obstinadamente callado, se había escurrido del lecho?
El cuarto de vestir: la ventana abierta de par en par, un olor a río y a pasto flotando en aquel cuarto bienhechor, y los espejos velados por un halo de neblina.
Chopin y la lluvia que resbala por las hojas del gomero con ruido de cascada secreta, y parece empapar hasta las rosas de las cretonas, se entremezclan en su agitada nostalgia.
¿Qué hacer en verano cuando llueve tanto? ¿Quedarse el día entero en el cuarto fingiendo una convalecencia o una tristeza? Luis había entrado tímidamente una tarde. Se había sentado muy tieso. Hubo un silencio.

—Brígida, ¿entonces es cierto? ¿Ya no me quieres?

Ella se había alegrado de golpe, estúpidamente. Puede que hubiera gritado: "No, no; te quiero, Luis, te quiero", si él le hubiera dado tiempo, si no hubiese agregado, casi de inmediato, con su calma habitual:

—En todo caso, no creo que nos convenga separarnos, Brígida. Hay que pensarlo mucho.

En ella los impulsos se abatieron tan bruscamente como se habían precipitado. ¡A qué exaltarse inútilmente! Luis la quería con ternura y medida; si alguna vez llegara a odiarla, la odiaría con justicia y prudencia. Y eso era la vida. Se acercó a la ventana, apoyó la frente contra el vidrio glacial, Allí estaba el gomero recibiendo serenamente la lluvia que lo golpeaba, tranquilo y regular. El cuarto se inmovilizaba en la penumbra, ordenado y silencioso. Todo parecía detenerse, eterno y muy noble. Eso era la vida. Y había cierta grandeza en aceptarla así, mediocre, como algo definitivo, irremediable. Mientras del fondo de las cosas parecía brotar y subir una melodía de palabras graves y lentas que ella se quedó escuchando: "Siempre". "Nunca"...
Y así pasan las horas, los días y los años. ¡Siempre! ¡Nunca! ¡La vida, la vida!
Al recobrarse cayó en cuenta que su marido se había escurrido del cuarto.
¡Siempre! ¡Nunca!... Y la lluvia, secreta e igual, aún continuaba susurrando en Chopin.
El verano deshojaba su ardiente calendario. Caían páginas luminosas y enceguecedoras como espadas de oro, y páginas de una humedad malsana como el aliento de los pantanos; caían páginas de furiosa y breve tormenta, y páginas de viento caluroso, del viento que trae el "clavel del aire" y lo cuelga del inmenso gomero.
Algunos niños solían jugar al escondite entre las enormes raíces convulsas que levantaban las baldosas de la acera, y el árbol se llenaba de risas y de cuchicheos. Entonces ella se asomaba a la ventana y golpeaba las manos; los niños se dispersaban asustados, sin reparar en su sonrisa de niña que a su vez desea participar en el juego.
Solitaria, permanecía largo rato acodada en la ventana mirando el oscilar del follaje —siempre corría alguna brisa en aquella calle que se despeñaba directamente hasta el río— y era como hundir la mirada en un agua movediza o en el fuego inquieto de una chimenea. Una podía pasarse así las horas muertas, vacía de todo pensamiento, atontada de bienestar.
Apenas el cuarto empezaba a llenarse del humo del crepúsculo ella encendía la primera lámpara, y la primera lámpara resplandecía en los espejos, se multiplicaba como una luciérnaga deseosa de precipitar la noche.
Y noche a noche dormitaba junto a su marido, sufriendo por rachas. Pero cuando su dolor se condensaba hasta herirla como un puntazo, cuando la asediaba un deseo demasiado imperioso de despertar a Luis para pegarle o acariciarlo, se escurría de puntillas hacia el cuarto de vestir y abría la ventana. El cuarto se llenaba instantáneamente de discretos ruidos y discretas presencias, de pisadas misteriosas, de aleteos, de sutiles chasquidos vegetales, del dulce gemido de un grillo escondido bajo la corteza del gomero sumido en las estrellas de una calurosa noche estival.
Su fiebre decaía a medida que sus pies desnudos se iban helando poco a poco sobre la estera. No sabía por qué le era tan fácil sufrir en aquel cuarto.
Melancolía de Chopin engranando un estudio tras otro, engranando una melancolía tras otra, imperturbable.
Y vino el otoño. Las hojas secas revoloteaban un instante antes de rodar sobre el césped del estrecho jardín, sobre la acera de la calle en pendiente. Las hojas se desprendían y caían... La cima del gomero permanecía verde, pero por debajo el árbol enrojecía, se ensombrecía como el forro gastado de una suntuosa capa de baile. Y el cuarto parecía ahora sumido en una copa de oro triste.
Echada sobre el diván, ella esperaba pacientemente la hora de la cena, la llegada improbable de Luis. Había vuelto a hablarle, había vuelto a ser su mujer, sin entusiasmo y sin ira. Ya no lo quería. Pero ya no sufría. Por el contrario, se había apoderado de ella una inesperada sensación de plenitud, de placidez. Ya nadie ni nada podría herirla. Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son los más perdurables.
Un estruendo feroz, luego una llamarada blanca que la echa hacia atrás toda temblorosa.
¿Es el entreacto? No. Es el gomero, ella lo sabe.
Lo habían abatido de un solo hachazo. Ella no pudo oír los trabajos que empezaron muy de mañana.
"Las raíces levantaban las baldosas de la acera y entonces, naturalmente, la comisión de vecinos..."
Encandilada se ha llevado las manos a los ojos. Cuando recobra la vista se incorpora y mira a su alrededor. ¿Qué mira?
¿La sala de concierto bruscamente iluminada, la gente que se dispersa?
No. Ha quedado aprisionada en las redes de su pasado, no puede salir del cuarto de vestir. De su cuarto de vestir invadido por una luz blanca aterradora. Era como si hubieran arrancado el techo de cuajo; una luz cruda entraba por todos lados, se le metía por los poros, la quemaba de frío. Y todo lo veía a la luz de esa fría luz: Luis, su cara arrugada, sus manos que surcan gruesas venas desteñidas, y las cretonas de colores chillones.
Despavorida ha corrido hacia la ventana. La ventana abre ahora directamente sobre una calle estrecha, tan estrecha que su cuarto se estrella, casi contra la fachada de un rascacielos deslumbrante. En la planta baja, vidrieras y más vidrieras llenas de frascos. En la esquina de la calle, una hilera de automóviles alineados frente a una estación de servicio pintada de rojo. Algunos muchachos, en mangas de camisa, patean una pelota en medio de la calzada.
Y toda aquella fealdad había entrado en sus espejos. Dentro de sus espejos había ahora balcones de níquel y trapos colgados y jaulas con canarios.
Le habían quitado su intimidad, su secreto; se encontraba desnuda en medio de la calle, desnuda junto a un marido viejo que le volvía la espalda para dormir, que no le había dado hijos. No comprende cómo hasta entonces no había deseado tener hijos, cómo había llegado a conformarse a la idea de que iba a vivir sin hijos toda su vida. No comprende cómo pudo soportar durante un año esa risa de Luis, esa risa demasiado jovial, esa risa postiza de hombre que se ha adiestrado en la risa porque es necesario reír en determinadas ocasiones.
¡Mentira! Eran mentiras su resignación y su serenidad; quería amor, sí, amor, y viajes y locuras, y amor, amor. . .

—Pero, Brígida, ¿por qué te vas?, ¿por qué te quedabas? —había preguntado Luis.

Ahora habría sabido contestarle:

—¡El árbol, Luis, el árbol! Han derribado el gomero.

Wednesday, July 11, 2007


…por fin terminó el semestre y puedo decir que aprobé todo. Sin embargo esto no hubiese sido posible (de eso no hay duda) sin la ayuda de mis amigas que, pese al cansancio y colapso característico de esta fecha, me ayudaron en muchos sentidos, incluso en aquellos que ni siquiera ellas sospechan. Y en forma de retribución simbólica, porque no sé de qué otra forma puedo manifestar las gracias infinitas, les dedico estas palabras que van dirigidas con un cariño más especial aún a: Tammy, Marta, Magda, Cote, Nico, Isabel Alejandra y Jorge (que si bien no es parte del grupo, cada noche se quedó conmigo dándome ánimo y apoyo moral) …
Los quiero mucho y una vez más ¡Gracias!


...porque somos "Flor y Cronopio"

Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.
La flor piensa:"Es como una flor"


Historias de Cronopios y Famas
Julio Cortázar.

Friday, June 29, 2007


desencontrándome y volviéndome a encontrar otra vez...
Cada vez que me preguntan ¿cómo estuvo? me quedo algunos segundos callada, recurro (sólo si puedo) a la mirada cómplice (una vez más) de "la" Naty y "la" Cony y digo "bien..." con un suspiro que creo, describe mejor que cualquier palabra aquella noche...
Pasadas las 10, el escenario se iluminó y él estaba ahí, sencillamente ahí. Yo unos metro más allá evocando sensaciones pasadas, alegres; de esas que sólo sus canciones saben provocar...todo alrededor comenzaba a desaparecer... todo era mágico como ese sentir de infancia cuando creíamos que nada podría superar aquellos momento por ser intensos, inabarcables, indescriptibles ¡felíces, tremendamente felíces!. Todo eso fue la noche del 27 Kevin Johansen, sensaciones y emociones....
Fin del recital, el escenario se desocupa, caminamos a la salida, el frío de la noche me devuelve a la realidad, a la rutina del retorno pero con una pequeña gran diferencia: creo que ahora estoy un poco más enamorada...
cuando te encontré.



Wednesday, June 13, 2007

(tarde lluviosa y fría) Cuando por fin llegué a mi casa y pude sentarme, tomé el The Clinic, que lleva un par de días aquí sin que nadie se haya hecho, o efectivamente tenga el tiempo para leerlo. Lo abrí y me encontré con esta reflexión, por llamarla de algún modo. Todo lo demás que pueda decir sobre esto, está simplemente de más…
Sangre
por Claudio Bertoni

1) No puedo creer lo que pasa con el planeta. No puedo creer lo que pasa con el agua. No puedo creer lo que pasa con el humo. No puedo creer lo que pasa con el hielo de los polos. No puedo creer lo que pasa con la capa de ozono. No puedo creer que la vieja cahuinera que auspició el robo de mi medidor de luz, riegue como riega el pavimento, en circunstancias que una mujer africana recorre 15 kilómetros para volver con un macetero de agua sobre la cabeza donde sus desnutridas crías panzuditas. No puedo creer que nos saquen luminosamente la lengua los edificios color crema o arena entre Concon y Reñaca todas las noches, para sus tersos muros, para sus ascensores, para sus columnas fuera de contexto y caridad, para sus vestíbulos pletóricos de barnizados estilo espadita de pasto. ¿Qué nos importa su relevancia nocturna luminosa? Cuánta luz Dios mío, y arrojada fuera de sí o fuera de nuestros más desnutridos y paupérrimos semejantes. No puedo entrar ni salir creyendo. En esta omnívora tele globalizante. No puedo creer que los primeros mandatarios. No puedo creer que los primeros ministros. No puedo creer que los combustibles ni los tarados conductores de basura Diesel. No puedo creer que hayamos sido engendrados para mordernos (modernos), roernos, tragarnos, mentirnos, chuparnos, matarnos, asesinarnos, acuchillarnos, traicionarnos, abandonarnos y achicharrarnos así.
Ni mucho menos para la pérdida de una sola brisa.
No puedo creer tampoco que me haya tocado vivir entre tanto pelota inconsciente. Entre tanto enemigo del agua dulce. Entre tanto enemigo de sus propios tiernos perdidos hijos. Entre tanto enemigo de las tardecitas. Entre tanto enemigo de las irrecuperables. Entre tanto enemigo de las apacibles. Entre tanto enemigo de la suerte inobjetable. Entre tanto enemigo de andar por ahí. Con luz de una llamita. Con luz de una conciencia. Entre tanto enemigo tuyo y mío. Entre tanto enemigo de la inercia universal, de subir o de bajar, de mirar o no mirar, de bailar o no bailar, de querer o no querer. 2) Cuando salgo de Santiago veo millones de automóviles esperando a sus dueños en playas de almacenamiento y cuando vuelvo igual y cuando vuelvo a salir igual y cuando vuelvo a volver igual y ahora mismito igual. ¿Cómo caben, digo yo, en mi aldea pequeñísima global? 3) Así como los chinos detuvieron a las moscas deteniendo a los gorriones provocando un descalabro ecológico descomunal deberíamos detener a los jets y refrigeradores con un tarrito de spray vacío. 4) Enciendo la tele. Un film de amor sexo lujuria y pornografía, insultos, sangre, tabaco, heroína, idiotez, dinero, avaricia, karate, mala leche, indiferencia, fanatismo, tedio, autoindulgencia, autos dándose vuelta en llamas, mujeres guapas feas, tipos guapos más feos todavía, más, mucha más idiotez, ríos de gas, de luz, de luminarias, ríos de perlitas en la corbata. 5) Enciendo la tele y un monje argentino dice: “Un pequeño trozo de eternidad es igual que un trozo grande de eternidad”
Junio 2007
The Clinic, especial ecológico

Wednesday, May 16, 2007


en qué hotel de qué cuidad...en el que ahora me desvelo. Me estoy sintiendo lejos de qué casa a cuántas horas de aquí...de vuelta...

(Jorge Drexler)

Saturday, May 05, 2007

dejando que el sonido de tu voz te traiga aquí del modo más enérgico



Creo que era algo así como las 21:40 cuando todo se oscureció. Mi corazón comenzó a latir más rápido, sabía lo que estaba por ocurrir, pero aún así la incertidumbre oprimía mi pecho con fuerza. ¿Tudo novo de novo?, ¿Lágrimas de diamantes? …definitivamente estoy Pensando em voce y es que de pronto cada nota y cada palabra viajan juntas invadiendo mi mente primero y luego mi cuerpo… el ambiente.
Mil aplausos hacen que vuelva a mi asiento… para que, con otros mil, retome el viaje cuyo destino ya no es Paulinho Moska sino Jorge Drexler y quedan exactamente 12 segundos de oscuridad para que el faro se encienda y de paso todas mis sensaciones y emociones…
Todo a mi alrededor desaparece y estamos solo él y yo. Hermana duda, eco, todo se transforma, high and dry, la vida es más compleja de lo que parece, don de fluir, en blanco y negro, la edad del cielo, deseo, el pianista del gueto de Varsovia, transoceánica, mi guitarra y vos … y tantas otras que aún puedo sentirlas como aquella noche …
Ovación general, se prenden las luces y comenzamos a caminar hacia la salida. Un cigarro, Santiago de noche y la magia de Jorge Drexler latiendo en el aire … Cony, Naty ¿dónde estuvieron esta noche? …… también viajando, de eso no hay duda.

Wednesday, April 04, 2007

...y nosotros tío, ¿cómo hacemos?... como siempre y una vez más... (sí Jack White)
Me caigo y me levanto

Nadie puede dudar de que las cosas recaen. Un señor se enferma, y de golpe, un miércoles recae. Un lápiz en la mesa recae seguido. Las mujeres, cómo recaen. Teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer pero lo mismo esta sujeto, sobre todo porque recae sin conciencia, recae como si nunca antes. Un jazmín, para dar un ejemplo perfumado. A esa blancura, ¿de dónde le viene su penosa amistad con el amarillo? El mero permanecer ya es recaída: el jazmín, entonces. Y no hablemos de las palabras, esas recayentes deplorables, ni de los buñuelos fríos, que son la recaída clavada. Contra lo que pasa se impone pacientemente la rehabilitación. En lo más recaído hay siempre algo que pugna por rehabilitarse, en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda, en los poemas de Pérez, en Pérez. Todo recayente tiene ya en si a un rehabilitante pero el problema, para nosotros los que pensamos nuestra vida, es confuso y casi infinito. Un caracol segrega y una nube aspira; seguramente recaerán, pero una compensación ajena a ellos los rehabilita, los hace treparse poco a poco a lo mejor de si mismos antes de la recaída inevitable. Pero nosotros, tía, ¿cómo haremos? Cómo nos daremos cuenta de que hemos recaído si por la mañana estamos tan bien, tan café con leche, y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño o en la ducha? Y si sospechamos lo recayente de nuestro estado, ¿cómo nos rehabilitaremos? Hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña, al terminar su obra maestra, al afeitarse sin un solo tajito; no toda recaída va de arriba abajo, porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa cuando ya no se sabe donde se está. Probablemente Icaro creía tocar el cielo cuando se hundió en el mar epónimo, y dios te libre de una zambullida tan mal preparada. Tía, ¿cómo nos rehabilitaremos?
Hay quien ha sostenido que la rehabilitación sólo es posible alterándose, pero olvido que toda recaída es una desalteración, una vuelta al barro de la culpa. Somos lo más que somos porque nos alteramos, porque salimos del barro en busca de la felicidad y la conciencia y los pies limpios. Un recayente es entonces un desalterante, de donde se sigue que nadie se rehabilita sin alterarse. Pero pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia: nuestra condición es la recaída y la desalteración, y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera, que por lo demás ignoro. No solamente ignoro eso sino que jamás he sabido en que momento mi tía o yo recaemos. ¿Cómo rehabilitarnos, entonces, si a lo mejor no hemos recaído todavía y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados? Tía, no será esa la respuesta, ahora que lo pienso? Hagamos una cosa: usted se rehabilita y yo la observo. Varios días seguidos, digamos una rehabilitación continua, usted está todo el tiempo rehabilitándose y yo la observo. O al revés, si prefiere, pero a mi me gustaría que empezara usted, porque soy modesto y buen observador. De esa manera, si yo recaigo en los intervalos de mi rehabilitación, mientras que usted no le da tiempo a la recaída y se rehabilita como en un cine continuado, al cabo de poco nuestra diferencia será enorme, usted estará tan por encima que dará gusto. Entonces yo sabré que el sistema ha funcionado y empezaré a rehabilitarme furiosamente, pondré el despertador a las tres de la mañana, suspenderé mi vida conyugal y las demás recaídas que conozco para que sólo queden las que no conozco, y a lo mejor poco a poco un día estaremos otra vez juntos, tía, y será tan hermoso decir: Ahora nos vamos al centro y nos compramos un helado, el mío todo de frutilla y el de usted con chocolate y un bizcochito.
Julio Cortázar

Wednesday, March 21, 2007


...mis desamores siempre comienzan con el frío. Bastó sentarme frente a tí y sentir atracción. Te ofrecí un cigarro y me respondiste con una flor, conversamos, me acompañaste...caminamos sin abrigo por las heladas calles, hablando del ritmo que todos poseemos (y del que, según tú, careces) Me tomaste la mano, te reiste, me quitaste el pañuelo y te lo pusiste, oliste mi cuello, evocaste recuerdos (¿mi perfume?). No querías que viera la hora, dijiste que era tuya, no querías dejarme ir. Me acompañaste a la estación y con un gesto paternal me abrigaste, devolviste el pañuelo a su sitio y te despediste...besaste mi mejilla y bajé la escalera sin mirar atrás. Bastó el último escalón para sentir que comenzaba a enamorarme y a la vez, uno de mis desamores...aquellos que siempre llegan con el frio.

Thursday, March 15, 2007



...no puedo describir, sólo sentir la experiencia vivida anoche en el recital de Roger Waters; razón por la que transcribo una de sus canciones, mientras sigo gravitando por El lado oscuro de la luna...




Eclipse


All that you touch
All that you see
All that you taste
All you feel
All that you love
All that you hate
All you distrust
All you save.
All that you give
All that you deal
All that you buy, beg, borrow or steal.
All you create
All you destroy
All that you do
All that you say.
All that you eat And everyone you meet
All that you slight And everyone you fight.
All that is now
All that is gone
All that's to come and everything under the sun is in tune but the sun is eclipsed by the moon.
"There is no dark side of the moon really. Matter of fact it's all dark."

Todo lo que tocas,todo lo que ves,todo lo que gustas,todo lo que sientes,todo lo que amas,todo lo que odias,todo de lo que desconfías,todo lo que salvas,todo lo que das,todo lo que negocias,todo lo que compras,mendigas, pides prestado o robas,todo lo que creas,todo lo que destruyes,todo lo que haces,todo lo que dices,todo lo que comes,todos con quienes te reúnes,todo lo que menosprecias,todos con quienes te peleas,todo lo que existe,todo lo que pasó,todo lo que está por venir y todo lo que está bajo el sol está en armonía,pero el sol es eclipsado por la luna.

...porque no hay un lado oscuro en la luna realmente. El hecho es que todo es ocuridad…

Monday, March 12, 2007




...un par de veranos atrás encontré en las páginas de una revista esta historia, decidí guardarla por distintos motivos… hace poco, próximo a acabarse el verano y ordenando unos papeles, la encontré pero esta vez decidí compartirlas para que ….

Hablemos de lo que ocurrió el verano anterior.

Cómo no voy a acordarme de ti. Perfectamente podría decirte otra cosa, inventar algo frío y descomprometido como “no, lo siento cariño, jamás pienso en nosotros”, pero sería una mentira inútil. Y tú sabes que yo no miento. Puedo haber sido un desastre como pareja, un bostezo como amante, pero no distorsiono la realidad. No la complico según mi antojo, como lo hacen otros tan eficazmente y con tanta sabiduría. Eres una experta en esas artes y lo sabes.
Te vas a morir de la risa, pero me estoy acordando de la última vez que hicimos el amor. Fue hace exactamente un año, durante una de esas tardes que pasamos odiándonos en silencio. Pleno verano, con treinta y tres grados a la sombra, tú y yo sin dinero, encerrados en un departamento de Providencia, sin piscina ni amigos con piscina. Ni siquiera teníamos hielo en el freezer, Dios mío, ¿cómo no nos matamos? La verdad es que nunca pensamos en que ese acto tan mínimo, en ese encuentro tan desprovisto de significado, íbamos a decirnos adiós irremediablemente. Te quejabas del calor y del silencio veraniego en esta ciudad de inviernos contaminados. Decías que era urgente instalar el sistema de aire acondicionado, un lujo que no podíamos pagar, mientras yo leía por quinta vez La muerte en Venecia .Era imposible avanzar en las páginas gracias a tu manía de pensar en voz alta. Por suerte no piensas demasiado.
No te quise ofender, lo siento, perdóname, pero a veces me cuesta evitarlo. Emborracharme contigo en este sitio tan repleto me hace mal. Me pudre por dentro, créeme. Tal vez lo más sensato sería dejarlo hasta aquí y que cada uno se pierda en la multitud fumadora, tú con el arquitecto adolescente que te vigila con la mirada y yo con mi traductora de español-alemán que insiste en sacarme celos, aunque sin éxito. Mejor dame un par de billetes y compremos otro trago, el próximo lo invito yo.
Reconozco que esa vez te grité. Fue injusto y me arrepiento, pero tu sobreactuaste tu reacción. Pedí disculpas, igual que ahora, pero ya era inútil. Te sentaste frente al computador y durante las cuatro horas que siguieron nos olvidamos el uno del otro. Te lo confieso, fueron cuatro horas que disfruté intensamente.
Cuando se hizo de noche el hambre nos obligó a unir fuerzas. Abandonamos nuestras respectivas labores, resignados a mirarnos las caras para solucionar un problema común. Propusiste pedir sushi por teléfono y yo estuve a punto de echarte en cara nuestras finanzas. Pero no dije nada, guardé ese dato para una ocasión que valiera la pena. Dos horas más tarde te miré sin hablar mientras tragabas un monstruoso rainbow-roll. No sé si fue tu boca abierta o la salsa de soya chorreando por la comisura de tus labios o los granos de sésamo adheridos a tus mejillas, pero algo se rompió en ese instante y, lo juro, nunca más lo pude parchar.
Se te ocurrió entonces la genial idea de salir a la calle. Mi sueño era quedarme en cama, viendo cosas malas en la televisión. Cuando te propuse mi panorama (ver un documental de reptiles exóticos en Tailandia) te reíste a carcajadas y agarrando un trozo de sashimi y diste la última orden: “Dúchate rápido”.
Mientras caminábamos hacia nuestro bar (nuestro bar, me gusta como suena eso), decidí que mi vida no tenía ningún sentido, pero que me iba a esforzar al máximo para darle una coherencia. Nos sentamos en la mesa de siempre, la última junto a la ventana. Desde ahí podíamos vernos cada vez que uno de los dos se atrasaba para una cita. No sé cuantas veces llegué tarde y te descubrí sentada al otro lado del vidrio, tomando un té con limón mientras leías alguna de esas novelas contemporáneas que nunca terminabas. Pero esa noche era distinta. Pedimos las mismas cervezas para combatir la sed, pero ni siquiera pudimos disfrutarlas porque no paraste de hablar por teléfono. Alguien te avisó del cumpleaños de un conocido, uno de esos amigos tuyos de los largos veranos en Zapallar en los tiempos en que tu padre tenía dinero porque el cáncer aún no se lo llevaba todo. Yo no quería ir a la fiesta, pero tampoco quería que fueras sola.
Soy honesto, no te puedo mentir, mucho menos ahora, después de un año sin hablar de ese tema. Tú escúchame y trágate ese vodka que a mí me toca pagar el que viene. De esa fiesta anodina recuerdo que tomamos margaritas en una terraza y que me besaste en público, feliz y despeinada, montando un soberbio espectáculo frente a los demás. Tan verosímil fue tu interpretación que estuve a punto de creer que éramos la pareja más feliz sobre la faz de la tierra, los novios de excepción que se comprendían porque se escuchaban y solucionaban sus conflictos con madurez. Pero no había nada verdadero esa noche. Ni tu entusiasmo ni mi paciencia ni lo que sentíamos juntos y por separado. Lo único cruel y real era el letargo en nuestras vidas y esas ganas caprichosas de permanecer juntos cuando lo más sano era asumir la derrota, cerrar los ojos, escapar.
Debo decirte algo que no te va a gustar. Reconozco que tienes una personalidad magnética, tu carisma es indiscutible. Pero cuando no hay música ni ambiente eres bastante aburrida, casi rutinaria. Tu carácter se atrofia si hay menos de diez personas a tu alrededor. Entiendo que funcionas con el aplauso, con el halago cínico o el chisme de salón, pero debes aprender que la calma también tiene sus ventajas. Esa noche, después de la fiesta, el silencio nos hizo añicos. Apenas volvimos al departamento, cerca de las dos de la mañana, volviste a tus quejas sobre el calor y la falta de sueño. Querías salir, pero no te atreviste a reconocerlo. Nos fuimos a la cama y vimos uno de esos programas de verano donde todos pretenden ser inmensamente felices y desprejuiciados. Tú cerraste los ojos y casi te quedas dormida, pero la angustia te estaba comiendo viva, no digas que no. Al menos yo fui más digno. Ni siquiera probé cerrar los ojos. Pasé la noche entera con el televisor encendido y el volumen muy bajo, pensando, buscando razones, inventando frases piadosas para describir nuestra situación. Cuando miré el reloj eran las nueve de la mañana y tú seguías durmiendo. Me acerqué a tu lado y pensé que eras el ser más frágil y hermoso del universo.
Lo que sucedió después es mejor evitarlo incluso en esta conversación. Podemos ser liberales, pero nunca masoquistas. A la mañana siguiente tomamos un desayuno frugal y callado, vino entonces un eterno silencio que sólo fue interrumpido por nuestra pequeña Epifanía: la playa. Decidimos subirnos al auto y conducir hacia la costa, juntos, como al comienzo, lejos de esas calles calientes y todos sus seguidores. Durante quince minutos el entusiasmo nos aturdió. Corriste a buscar una mochila y por un momento también pensé que nada era tan grave, que la euforia del amor nunca es una constante. Te amé como nunca esos quince minutos.
No llores, no voy a permitirlo. Por favor, termina tu trago para pedir el próximo. Los demás pueden esperar porque esta noche es única. Si derramas una sola lágrima más mi ego va a inflarse hasta limites insospechados y eso no te conviene en lo más mínimo. Voy a pensar que eres una mujer triste, que nunca lograste reponerte de ese verano, que a pesar de tu larga lista de pretendientes tu vida se ha vuelto inútil porque nada se compara a lo que yo te ofrecí. Si sigues llorando esta noche va a terminar mal, te lo juro. Por eso es mejor que termines ese maldito vodka de un solo sorbo. Dime si quieres seguir con lo mismo o cambiar a whisky, cerveza o ron. Yo pago, déjame invitar. No vale la pena más llanto, es mejor hablar del asunto porque es lo único que nos queda. Piensa en momentos más felices porque también los tuvimos. Recuerda el día en que nos conocimos, los viajes, la última Navidad. No importa si duele. No importa si esto acaba en tragedia o si no tiene final. No importa si no cambia la vida, esta noche es para recordar.

Pablo Illanes.