Wednesday, June 13, 2007

(tarde lluviosa y fría) Cuando por fin llegué a mi casa y pude sentarme, tomé el The Clinic, que lleva un par de días aquí sin que nadie se haya hecho, o efectivamente tenga el tiempo para leerlo. Lo abrí y me encontré con esta reflexión, por llamarla de algún modo. Todo lo demás que pueda decir sobre esto, está simplemente de más…
Sangre
por Claudio Bertoni

1) No puedo creer lo que pasa con el planeta. No puedo creer lo que pasa con el agua. No puedo creer lo que pasa con el humo. No puedo creer lo que pasa con el hielo de los polos. No puedo creer lo que pasa con la capa de ozono. No puedo creer que la vieja cahuinera que auspició el robo de mi medidor de luz, riegue como riega el pavimento, en circunstancias que una mujer africana recorre 15 kilómetros para volver con un macetero de agua sobre la cabeza donde sus desnutridas crías panzuditas. No puedo creer que nos saquen luminosamente la lengua los edificios color crema o arena entre Concon y Reñaca todas las noches, para sus tersos muros, para sus ascensores, para sus columnas fuera de contexto y caridad, para sus vestíbulos pletóricos de barnizados estilo espadita de pasto. ¿Qué nos importa su relevancia nocturna luminosa? Cuánta luz Dios mío, y arrojada fuera de sí o fuera de nuestros más desnutridos y paupérrimos semejantes. No puedo entrar ni salir creyendo. En esta omnívora tele globalizante. No puedo creer que los primeros mandatarios. No puedo creer que los primeros ministros. No puedo creer que los combustibles ni los tarados conductores de basura Diesel. No puedo creer que hayamos sido engendrados para mordernos (modernos), roernos, tragarnos, mentirnos, chuparnos, matarnos, asesinarnos, acuchillarnos, traicionarnos, abandonarnos y achicharrarnos así.
Ni mucho menos para la pérdida de una sola brisa.
No puedo creer tampoco que me haya tocado vivir entre tanto pelota inconsciente. Entre tanto enemigo del agua dulce. Entre tanto enemigo de sus propios tiernos perdidos hijos. Entre tanto enemigo de las tardecitas. Entre tanto enemigo de las irrecuperables. Entre tanto enemigo de las apacibles. Entre tanto enemigo de la suerte inobjetable. Entre tanto enemigo de andar por ahí. Con luz de una llamita. Con luz de una conciencia. Entre tanto enemigo tuyo y mío. Entre tanto enemigo de la inercia universal, de subir o de bajar, de mirar o no mirar, de bailar o no bailar, de querer o no querer. 2) Cuando salgo de Santiago veo millones de automóviles esperando a sus dueños en playas de almacenamiento y cuando vuelvo igual y cuando vuelvo a salir igual y cuando vuelvo a volver igual y ahora mismito igual. ¿Cómo caben, digo yo, en mi aldea pequeñísima global? 3) Así como los chinos detuvieron a las moscas deteniendo a los gorriones provocando un descalabro ecológico descomunal deberíamos detener a los jets y refrigeradores con un tarrito de spray vacío. 4) Enciendo la tele. Un film de amor sexo lujuria y pornografía, insultos, sangre, tabaco, heroína, idiotez, dinero, avaricia, karate, mala leche, indiferencia, fanatismo, tedio, autoindulgencia, autos dándose vuelta en llamas, mujeres guapas feas, tipos guapos más feos todavía, más, mucha más idiotez, ríos de gas, de luz, de luminarias, ríos de perlitas en la corbata. 5) Enciendo la tele y un monje argentino dice: “Un pequeño trozo de eternidad es igual que un trozo grande de eternidad”
Junio 2007
The Clinic, especial ecológico