Siempre me ha gustado leer, lo hago continuamente desde que aprendí a hacerlo hace unos 18 años; por lo que a estas alturas ya no clasifico mis lecturas.
Leo todo lo que llega a mis manos, pero termino sólo aquello que me interesa o lo que por obligación debo culminar. Sin embargo, en el abanico de posibilidades, mis preferencias son las novelas, los cuentos, ensayos y reportajes que muchas veces se funden haciéndose aparentemente indivisibles. Dentro de la primera categoría tengo a la cabeza Rayuela y sobre todo el capítulo 3, la parte final del capítulo 5, el 19, 21, 28, 32 (Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour) en el que nunca he logrado contener mis lágrimas porque la Maga habla desde la ausencia, desde el dolor que provoca su ingenuidad. 62/Modelo para armar y la visión casi cinematográfica (contra todo lo que pueda decir Borges al respecto) que me provocan sus páginas, Los premios y la actitud de Paula y en general casi todo lo que de Cortázar leo, que no puedo describir porque no sé cómo hacerlo y tampoco quiero aprender, debido a que me gusta dejarlo en el plano de la sensación, lejos de toda posible teorización.
Cien años de soledad, estuve dos días encerrada leyéndolo, sentí que a lo largo de la lectura, no necesitaba más mundo que Macondo y sus personajes, de los que algún día me gustaría encarnar a Amaranta Úrsula.
La insoportable levedad del ser que con la frase “es una extraordinaria historia de amor, o sea de celos, de sexo, de traiciones, de muerte y también de las debilidades y paradojas de la vida” me introdujo en un mundo de constantes contradicciones y cuestionamientos incesantes. Con El árbol de María Luisa Bombal me transporté a mundo surreal de recovecos, colores y música, al que vuelo cada vez que lo re-leo; la poesía de Baudelaire, algunas columnas de la Rolling Stone, ensayos de Galeano y tantos otros que podría enumerar y no terminar nunca porque según voy leyendo, incorporo más y más textos a la lista; lo que me hacen concluir que leo aquello que no puedo definir de forma técnica ni objetiva, que cada vez que me preguntan ¿de qué se trata? o ¿qué tal es? me dejan sin palabras y a la vez con tanto que expresar pero no desde la lógica, no desde la teoría sino desde las eternas sensaciones y emociones que me provocan aquellos aparentemente estáticos elementos apilados en estantes
Leo todo lo que llega a mis manos, pero termino sólo aquello que me interesa o lo que por obligación debo culminar. Sin embargo, en el abanico de posibilidades, mis preferencias son las novelas, los cuentos, ensayos y reportajes que muchas veces se funden haciéndose aparentemente indivisibles. Dentro de la primera categoría tengo a la cabeza Rayuela y sobre todo el capítulo 3, la parte final del capítulo 5, el 19, 21, 28, 32 (Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour) en el que nunca he logrado contener mis lágrimas porque la Maga habla desde la ausencia, desde el dolor que provoca su ingenuidad. 62/Modelo para armar y la visión casi cinematográfica (contra todo lo que pueda decir Borges al respecto) que me provocan sus páginas, Los premios y la actitud de Paula y en general casi todo lo que de Cortázar leo, que no puedo describir porque no sé cómo hacerlo y tampoco quiero aprender, debido a que me gusta dejarlo en el plano de la sensación, lejos de toda posible teorización.
Cien años de soledad, estuve dos días encerrada leyéndolo, sentí que a lo largo de la lectura, no necesitaba más mundo que Macondo y sus personajes, de los que algún día me gustaría encarnar a Amaranta Úrsula.
La insoportable levedad del ser que con la frase “es una extraordinaria historia de amor, o sea de celos, de sexo, de traiciones, de muerte y también de las debilidades y paradojas de la vida” me introdujo en un mundo de constantes contradicciones y cuestionamientos incesantes. Con El árbol de María Luisa Bombal me transporté a mundo surreal de recovecos, colores y música, al que vuelo cada vez que lo re-leo; la poesía de Baudelaire, algunas columnas de la Rolling Stone, ensayos de Galeano y tantos otros que podría enumerar y no terminar nunca porque según voy leyendo, incorporo más y más textos a la lista; lo que me hacen concluir que leo aquello que no puedo definir de forma técnica ni objetiva, que cada vez que me preguntan ¿de qué se trata? o ¿qué tal es? me dejan sin palabras y a la vez con tanto que expresar pero no desde la lógica, no desde la teoría sino desde las eternas sensaciones y emociones que me provocan aquellos aparentemente estáticos elementos apilados en estantes